OPINIÓN

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Juego, Estado, Tecnología y Desarrollo



La humanidad juega. Un repaso de la historia nos demuestra que los juegos de azar son tan antiguos como la humanidad misma. Los arqueólogos han encontrado piezas de juego en antiguas ciudades mesopotámicas que datan de aproximadamente 3000 AC, sugiriendo que los juegos de azar estuvieron presentes en las culturas de Egipto y Medio Oriente, y en el Imperio Romano. Los gobiernos europeos y norteamericanos de los siglos XVIII y XIX han sabido comprender este hábito y usarlo a su favor, como fuentes de ingresos para financiar proyectos públicos. Los recursos del juego han sido utilizados incluso para construir los edificios de las universidades de Harvard y Yale, dos de las más prestigiosas casas de estudio del mundo.

La historia también nos ha demostrado que los juegos de azar son una actividad que no puede ser prohibida. Aunque a fines del Siglo XIX la fuerte controversia en torno de los juegos de azar y su pésima reputación llevó a que se declaren ilegales en muchos países del mundo, a partir de la década de los sesenta se volvieron a legalizar gradualmente. Como cualquier otra actividad inherente a la naturaleza humana, la prohibición de la actividad lúdica solamente fomenta el juego clandestino. En este contexto, y no dejando de tomar las lecciones de la historia, el rol de los estados no debería ser hacer ojos ciegos frente a la existencia de los juegos de azar, sino asumirlos, regularlos y controlarlos. Y el rol de un estado inteligente debería ser no solo regularlos y controlarlos, sino también utilizarlos en beneficio de la sociedad.

La infraestructura utilizada para la captación de apuestas online nos permite estar siempre “online”: hay una disponibilidad del 99% para las apuestas de los juegos de lotería. Si esa tecnología sirve para proveer a la sociedad con una actividad lúdica de forma eficiente, ¿porque no pensar en utilizarla para proveer a la sociedad con otros servicios públicos, de forma eficiente? La industria de la tecnología ha demostrado estar entre las industrias más rentables, las industrias del futuro. Entonces, un estado inteligente debería aprovechar y capitalizar esa industria a su favor y a favor de sus ciudadanos. Hoy, podría decirse que una de las formas más poderosas de lograr beneficios sociales es a través de la tecnología. El acceso a la tecnología es hoy el acceso a la igualdad de oportunidades. No hay inclusión posible sin desarrollo tecnológico y sin un proceso de universalización y acercamiento de esa tecnología a todos los ciudadanos. Pensar en el futuro es pensar en lo moderno, apostar a la tecnología.

Es con este objetivo que damos comienzo a una nueva etapa, donde se reemplaza a la plataforma del juego por una plataforma de servicios tecnológicos. Como estado inteligente, intensificamos la presencia reguladora del Estado a partir de la tecnología, aprovechando la infraestructura a disposición de la captación de apuestas para proveer otros servicios públicos.

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